Tu consistencia de ángel justifica a mis atrevimientos
en mi admiración por ti con todo mi ímpetu,
la pureza en tus pensamientos encumbro,
eres la luz para todas mis horas de oscurantismo;
¿es afecto, adoración, cariño o amor?,
¿qué diré?, no logro describir el decoro
que encuentro en cada una de tus dádivas;
eres el ángel que me colma de bendiciones,
y me resulta imposible no amarte,
sin embargo no te pido a cambio nada,
que a mí me ha bastado ya con recibirte
de la forma en que te percibí mágicamente;
esfuma, mujer, tus temores y tus alas
extiéndelas ya para refugiarme en ti;
liberaste a mi alma de su claustro
y sanaste -en mi corazón- las laceraciones,
ahuyentaste de mi mente las angustias,
ahora dime: ¿qué más puedo pedirte?,
nada, nada… y cuando pretendas irte
ten por seguro que no voy a detenerte;
no tengas miedo, que nada te pido,
dame sólo lo que decidas entregarme,
no tienes que corresponderme, ni que amarme,
que a mí ya me permitiste hallarte
y también en secreto amar tu alma me dejaste,
y ahora sé bien que tras la muerte
-en la eternidad- voy a reencontrarte
y ahí perennemente voy a besarte.