Tu ausencia hace que busque el calor de tu abrazo en los itinerarios de mi memoria ya muy peregrina. Puedo recordar los toques de azúcar de tu voz que a su vez acaramelaba mi alma, así como los dulces que tú me dabas. Busco el aroma de tu luz en el cuerpo oscuro e infinito del Universo.
Los días son consumidos por mi tristeza, la alta precisión quirúrgica literaria de un nobel no da ni dará un espejo fiel a mi delicado y triste sentir. La sismología de tu alma abre la tierra y en ella sus raíces extendidas a mi corazón.
Mi corazón apretado ahoga las palabras agonizantes que a su vez se transforma en un lamento fantasmal, por ti en mis días podía transformar mis versos en expresiones que a su vez es un código, que padre e hija solo pueden entender, el sermón de mis ojos que solo tú me puedes entender. La comunicación del silencio de nuestras miradas, la palabra sin ser dicha que se puede entender.
Miniatura agrandada, saltarina de países, piel de solcito con voz de lunita, no puedo ni abrazar la figura de tu ausencia, recuerdo tu imagen como un cataclismo diario que evoca un retumbe a los estrechos de mi corazón, el mismo que sangra y el mismo que me hace vivir en agonía. Te espero en la orilla de donde no se puede ir más allá.