Soy testigo de la soledad,
un eco en el vacío,
donde antes había piel y músculo,
ahora solo hay un espacio expuesto,
un abismo que remiendo en silencio,
con hilo grueso de mis días perdidos,
cada puntada es un susurro,
una costura delicada que duele,
curarse a sí mismo es un arte cruel.
Estas manos, grandes y desgastadas,
sostienen lo único que poseen:
coraje, un peso,
un refugio en la penumbra,
las heridas cerradas,
con el tiempo, se llenan de mí,
sus sombras son mi esencia,
un testamento de lucha y renacimiento.