La despedida no nos separa,
Urge invertir en nuestros corazones;
Y lograr tener un tesoro inmaculado
Que sea nuestro amor.
Más allá,
Del protocolo absurdo del adiós,
Germina a cada instante un nuevo día;
Tú eres la rosa eterna en capullo
Que se ha guardado para develarse en mi piel,
Yo seré el rocío en tus pensamientos
Y en tu boca, la dulzura de la miel.
Aunque pasen días eternos,
Siempre muy cerca estaré;
Y escucharas en tus adentros,
Eres mi alma y siempre te amare.
Espérame un día más, o, un día menos,
No importa el color del sol;
Ámame infinitamente te lo ruego,
Porque pronto he de volver gran amor.