Querido Eloy, cornudo mío, dado
tu tacto en airear mi intimidad,
veamos si mi lengua en libertad
te jode como tú me has fastidiado.
Primero, confesarte que, a tu lado,
tu amigo Blas, con solo la mitad
de su estacón, me sume en la piedad
por tu colgajo miniaturizado.
Por ver cual de los dos es más pequeño,
compiten tu cerebro y tu herramienta:
Si la una es habichuela de diseño,
el otro no te saca bien la cuenta
de las pulgadas de tu cornamenta,
que no eres tú quien me lubrica el sueño.