Vivir sin un sueño es morir sin mañana,
un río estancado que no ve su mar,
un faro apagado que nunca desgrana
la luz que los barcos querrían hallar.
El viento no empuja velero sin rumbo,
la tierra no florece sin sol ni calor,
y el alma sin sueños desciende a su tumbo,
pues pierde su llama, su vida y su ardor.
No tengo ni fuerza ni ganas de nada,
mis pasos no buscan ni quieren seguir;
la senda es vacía, la voz apagada,
y apenas me queda el aliento al latir.
Los días se vuelven un hilo gastado,
los años se arrastran sin pena ni afán,
el sueño dormido jamás ha llamado,
y el tiempo se fuga sin huella ni plan.
Sin sueños no vive quien carga esta herida,
sin metas el cielo no quiere brillar;
yo sigo, cansado, sin fe ni salida,
cargando una sombra que no va a sanar.