Una escena intemporal, silenciosa,
fue testigo de lo que no dijimos,
de que ese día me hablaron tus ojos,
aunque no contestarán los míos.
Y me decían tanto al mirarme,
sobre todo lo que habías sufrido,
de tu derrota, de tu ruptura,
de todo lo que habías perdido.
Resonaba mi voz hueca y lenta,
ungüento para tu cetro herido,
como un moribundo que yace,
recobrando su pulso y latido.
Una escena intemporal, silenciosa,
fue testigo de lo que no dijimos,
que nosotros nos entendemos,
que podríamos ser más que amigos.
Dejé pues que hablarán tus ojos,
que mi memoria guardara su brillo,
para grabar por fin ese instante,
para soñarte desde mi sitio.
Porque tú llegaste muy tarde,
porque yo ya me había ido,
porque así lo quiso la vida,
porque así lo quiso el destino.