Las palabras no se escucharán
si no las echo al mundo.
No serán sal al mar,
solo un fuego errabundo.
Quizá era ese el problema de mamá,
calló tanto que sus consejos quedaron en oraciones.
Tomó cartas en las extravagancias del deseo
y gritó desmesuradamente por los sueños vedados.
Yo me palpé longánimo y asumí temprano responsabilidades.
No ofendí su memoria.
Solo vilipendié las tardes cuando nos sentimos
frustrados de bolsillos,
pero seguimos con la esperanza a cuestas.
Y doy gracias por todo lo que poseo.
Por mi pierna izquierda
que no interrumpió el andar de la compañera.
Por mi corazón, que siempre galopando
no sofrenó ante la tempestad sobre mi cuerpo.
Por mi ojo izquierdo que nunca supo el llanto del derecho.
Gracias por el secreto.
Gracias por lo que he dicho y lo que no,
que los ángeles no me abandonen.
Doy las gracias a todos,
porque viene un largo camino.
JUSTO ALDÚ
Panameño
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