En cada amanecer, te he buscado en mis sueños,
Anhelando el día en que nuestros destinos se entrelazarían.
Y hoy, bajo este cielo, nuestras almas se funden,
En un abrazo eterno, donde el amor florece.
Hoy, en el lienzo de mi alma, te pinto,
Con pinceladas de amor, eterno y sublime.
Eres mi universo, mi refugio, mi calma,
Mi niña, mi musa, mi amante, mi eterno designio
Eres mi jardín más bello, mi huerto de delicias,
Donde mi alma florece y mi corazón se aquieta.
Como la Sulamita, buscaste mi alma,
Y en ese encuentro, nuestro amor se hizo eterna.
Tu cabello, noche estrellada, suave y denso,
Enmarca tu rostro, un cuadro celestial.
Tus ojos, dos luceros, brillan intenso,
Guiando mi alma a un amor celestial.
Tus labios, pétalos de rosa, rojos y suaves,
Susurran promesas que el alma embelesan.
Tus pechos, colinas nevadas, suaves y suaves,
Donde mi corazón encuentra su reposo y su paz.
Tu cintura, esbelta, un sueño de poeta,
Tus caderas, redondas, una danza de mar.
Tus piernas, columnas de mármol, perfecta,
Sostienen tu cuerpo, una obra de arte sin par.
Tus manos, cálidas, acarician mi alma,
Tus pies, delicados, dejan una huella en mí.
Eres mi musa, mi estrella, mi calma,
En ti encuentro el amor, puro e infinito.
Tus ojos, dos estrellas que brillan en el firmamento,
Guían mi camino y disipan toda noche.
Tu sonrisa, un amanecer que ilumina mi día,
Y tu amor, un bálsamo que sana y vivifica.
En ti encuentro el paraíso, un Edén terrenal,
Donde las pasiones florecen y los sentidos se exaltan.
Eres mi manantial, mi fuente de vida,
Y en tus brazos encuentro la paz que anhela mi alma.
Como el rey Salomón, te he construido un trono de amor,
Con columnas de plata y un respaldo de oro.
En tu honor, Dunia de los Ángeles, he compuesto este canto,
Para que sepas cuánto te amo y te adoro.