Una hoja descendía, cayendo,
Y a su paso, rozaba su pecho
Enjuto, sensorial y hambriento,
Solazándose en sensualidad
Pétalos abandonaban sus labios
Dispersos por el cierzo
De aquella tarde otoñal,
Entre la lluvia del temporal
La desnudez de los árboles,
La de su sedoso y tibio cuerpo,
Presagiaban la madurez de su
Carnalidad descubierta
Oscuros ocres de sus pezones
Erizaban sensaciones excitantes,
Mientras la anaranjada hojarasca
Revela el hedonista contorno
Revolotean las arrancadas láminas
De la inerte y resinada seroja.
Recibe en silencio la metafísica
De dos cuerpos en el abandono
Beige y terroso lecho, húmedo,
Resucita al calor glandular
De la fogosidad en los roces,
Arrumacos de deleite plenos
La luz, ya tenue, descompone
La histriónica escena otoñal en
Oscuras sombras en el clamor
De vigorosas sensaciones
El melancólico horizonte amoratado,
Ensalza la nostalgia decadente
De los dos cuerpos fusionados,
Hasta la consumación poética otoñal
¡Y… el lánguido y exhausto declive, retoñecerá del otoño!