Mi madre también está rota,
por culpa de mi padre.
Pero no se alarmen,
él es inocente;
su único pecado
fue no ser más astuto que la muerte.
A veces, los daños sin intención
son los que más hieren.
¿Cómo se sigue viviendo
cuando el amor de tu vida
se te escapa entre las manos,
y el aire que compartían
se convierte en vacío?
Pero mi madre,
mi madre conquistó la vida
con una sonrisa
hecha de valentía,
con humor como escudo.
Hizo de las piedras monumentos
y de la nada, grandes momentos.
No entiende de versos ni de prosa,
pero es una novela en carne viva,
un poema que no se acaba,
la protagonista del abrazo
que nunca quiero soltar.