Solos tú, yo y Gorki.
Amaba tu voz intentando pronunciar esos complicados nombres rusos.
Tu sonrisa nerviosa cuando te trababas al leer.
-Mejor lo leemos otro día- decías, y corrías y te tirabas al césped.
Yo trataba de levantarte para seguir leyendo, y de alguna forma también terminaba en el suelo, a tu lado.
Abrazados en el pasto viendo las nubes pasar, como niños enamorados, solos tú y yo, con un Gorki olvidado observando desde la banca del jardín.