HASTÍO
Aureolado por la luz cetrina
de una lámpara encendida
que lucha a duras penas
contra la tarde cansada,
se adivina una mirada… apagada,
-Como buscando entre las sombras
una respuesta certera a todos
los sinsabores de la dura jornada-.
Y se adivina, bajo esa mirada,
una mueca mohína, anestesiada,
que no quiere decir nada,
pero que, en su abatida insignificancia,
desprende más emociones
que la más sincera lágrima
brotada del fondo del alma.
Es quizá la consecuencia
de la escasez de energía,
a esas horas agotada, día tras día;
del peso de la rutina;
de la falta de esperanza;
de la insistente visita
de ese viejo conocido:
El hastío.
LUJITAR (19-3-23)