Jorge Izquierdo

HASTÍO

 

HASTÍO

 

Aureolado por la luz cetrina

de una lámpara encendida

que lucha a duras penas

contra la tarde cansada,

se adivina una mirada…  apagada,

-Como buscando entre las sombras 

una respuesta certera a todos

los sinsabores de la dura jornada-.

 

Y se adivina, bajo esa mirada,

una mueca mohína, anestesiada,

que no quiere decir nada,

pero que, en su abatida insignificancia,

desprende más emociones 

que la más sincera lágrima

brotada del fondo del alma.

Es quizá la consecuencia 

de la escasez de energía,

a esas horas agotada, día tras día;

del peso de la rutina;

de la falta de esperanza; 

de la insistente visita

de ese viejo conocido:

                        El hastío.

 

       LUJITAR   (19-3-23)