El día en que muera,
sobre el verde campo
cantará romanzas
mi amada sirena.
Cubrirán mi tumba
de azules violetas.
Y pondrán al niño
-rey de las estrellas-,
con traje morado
y la cruz a cuestas
sobre un altarcito
en mi cabecera.
Cuando yo me muera
que no tengan duelo,
¡Que habrá una gran fiesta!
Cantos en tabernas.
Baile de delfines.
Son de castañuelas.
Con danzas del vientre
de mujeres viejas,
y un vino barato
cerrará la juerga.
Cuando yo me muera
no habrá discusiones
por coger la herencia.
Dejaré un terreno
para cada estrella.
Un carro de fuego
a cada cometa.
Y para la luna
-puta y alcahueta-,
unos coloretes
para su careta.
Cuando yo me muera
podrá reír alegre
la Europa de mierda.
Llorarán los pobres
por la lengua quieta.
Y las meretrices
de lejanas tierras,
cubrirán sus culos
de azules banderas
mientras busquen ligues
por las alamedas
y en los bulevares
de mansiones regias.
Yo, que estaré muerto,
muy quieto en la tierra,
seré de gusanos
manjar en la fiesta.
Y los comensales.
Y los de la juerga,
dirán satisfechos:
\"Requiescant in pace,
que allí nos espera\"