He hecho un pacto íntimo con la soledad,
Creí romperlo,
Cometiendo el coraje de entregarte mi corazón
De masticar un pedazo de tu vida,
De irrumpir en la galería de tu memoria,
Pero todo se ha desvanecido
Abruptamente, a traición
Acabando contigo afuera de mí
Y conmigo de regreso a cualquier parte.
Entonces solo queda la palabra y mis recuerdos –odiosos, paradójicos- en la tuya,
De modo que toca reconstruir todo lo que fui,
Para redimirlo con el bálsamo del olvido
Y volver legítima, nuevamente, no la desolación de lo irremediable,
Sino que la tónica de este aislamiento,
La autosuficiencia de un vacío afianzado en la pérdida,
Llaga remota de un desencuentro,
Furtivo, inexplicable, prohibido.
El romance ha acabado,
En su lugar, el mito de la restauración
Después de la catástrofe.
Solo resta este pacto
-tu existencia ya no quita ni suma-
Solo resta este pacto fortalecido, indivisible
Con la soledad, que es otro nombre para el duelo con el mundo,
Y para la penitencia con el amor.
No habrá poesía que sublime este nombre,
Ni habrá otro nombre que pronuncie esta realidad.