Te encontré, te encontré sin buscarte,
desde ese momento, el destino en su arte.
Nuestras miradas, como viejos conocidos,
se cruzaron sin aviso, y en un instante fuimos unidos.
No sabías por qué estabas allí, ni yo tampoco,
pero algo mágico ocurrió, algo loco si lo piensas realmente.
Todo fluía sin esfuerzo, sin planeación,
y en dos horas, solo existíamos el uno para el otro.
La primera noche, como estrellas en la oscuridad,
nos miramos, nos descubrimos, pura verdad.
Nada fue planeado, pero el fuego nació,
y en esos días, cada encuentro solo creció.
Tu ausencia, aunque marcada por decisiones,
no borró lo que sentimos, nuestras conexiones.
Tantos países, tantas almas he conocido,
pero ninguna como tú, nadie ha sido.
El viaje que selló nuestro destino en un susurro,
el deseo de un hijo, un amor sin apuro.
Las circunstancias, ajenas a nuestro control,
nos separaron, pero aún siento tu calor.
Te fuiste lejos de mi, la distancia nos hirió,
pero aún te pienso, aún algo no murió.
Esta historia, Norela, no ha llegado al final,
aunque me repita que sí, algo me dice que no es real.
Espero al tiempo, porque en mi alma lo sé,
que eres tú, Norela, mi destino, mi fe.
Y aunque todo parece perdido, mi corazón sigue firme,
esperando que en algún momento, el hilo nos confirme.