En el madero, entre el cielo y la tierra colgaba,
Jesús, el Mesías, en silencio soportaba.
A su lado, dos almas perdidas en la oscuridad,
Condenadas por el mundo, sin esperanza ni piedad.
Uno, en su dolor, a Jesús se burlaba,
El otro, en cambio, su corazón transformaba.
\"Recuérdame\", suplicó, \"en tu reino venidero\",
Y Jesús, con amor, le abrió el camino sincero.
\"En verdad te digo, hoy conmigo estarás\",
Palabras de gracia que la eternidad sellarás.
Un paraíso prometido, un futuro sin igual,
Donde el león y el cordero compartirán el umbral.
Como en días de Salomón, cuando reinaba la paz,
Donde fluían leche y miel, en cada rincón, sin disfraz.
Así será la tierra, con Jesús como rey,
Un jardín floreciente, donde el amor es ley.
Más grande que Salomón, Jesús el camino nos mostró,
Con parábolas y milagros, su mensaje de amor sembró.
Y ahora, en su sacrificio, la redención nos regaló,
Para que en el paraíso, la vida eterna florezca y crezca sin temor.
Las \"otras ovejas\", fieles y verdaderas,
Aprenderán su papel, en las eras futuras.
Vivirán para siempre, en armonía y amor,
En un paraíso terrenal, bajo su pastor.
Así, la historia de Jesús, más que un final doloroso,
Es un comienzo esperanzador, un futuro glorioso.
Donde cada persona arrepentida, encuentra su lugar,
En el reino de los cielos, que Jesús vino a preparar.
Porque en aquel madero, la justicia y la misericordia se encontraron,
Y en el acto de perdón, las puertas del paraíso se abrieron.
Para todo aquel que cree, que sigue el camino de Dios,
Le espera un hogar eterno, donde reina el amor.
Que esta poesía inspire, a reflexionar y a soñar,
Sobre la vida en el paraíso, que Jesús vino a anunciar.
Donde la paz y la justicia, nunca cesarán de reinar,
Y en cada corazón, la esperanza brillará sin cesar.