Emprende el vuelo, alegra el firmamento
haz enmudecer los vientos
adormece el mar con un beso
siembra de esperanzas el azul
con tu voz conmovedora de niño
Contempla con asombro los ríos,
en su rítmico sollozo entre las piedras,
reanima tus ojos inocentes,
con la ingenua contemplación de la campiña,
alienta la fe y la esperanza,
con la caridad sublime de tus manos,
enaltece con ímpetu tu nombre,
con la fuente indómita de tu espíritu,
atesora el amor y la ternura,
como la riqueza suprema de tu vida.
Escucha la plegaria de las aves,
volando en ayuda del desvalido,
recorre caminos y ciudades,
enjugando tus párpados con un verso,
alcanza con tu mirada a la nube,
para esculpir en ella tu doctrina,
del amor como único precepto,
y tu sonrisa pura en alabanza.