En el barrio perdido, donde muere la tarde
la luna se refleja sobre un farol cobarde.
Los viejos en la esquina murmuran sin cesar
sus voces son arrullos de tiempo y de azar.
Por las veredas gastadas camina el recuerdo
y el tango en la radio lo envuelve en su acuerdo.
Un muchacho silente fuma su soledad
y en sus ojos se esconde toda una ciudad.
Las persianas cerradas ocultan historias
de amores y olvidos, de triunfos y glorias.
El adoquín conoce los pasos de ayer
el que nunca volvió y el que quiso volver.
En cada rincón se duerme un suspiro ahogado
como sueño frustrado que el viento se ha llevado.
Es el barrio del poeta de humilde expresión
que habla en silencios y canta en pasión.
Allí laten sus calles, su gente y su herida
con la dulce nostalgia que encierra la vida.