Amarte es el cielo rozando mi aliento,
un soplo divino que arrastra el momento.
Es río sin cauce, eterno en su andar,
que nunca termina, que no sabe parar.
Tus ojos son lunas de miel desbordada,
un faro que guía mi noche callada.
Tus manos son brisa, canción en mi piel,
el dulce suspiro que sabe a clavel.
Tu boca es un sueño que nunca despierto,
un fuego que arde aunque estemos lejos.
Es canto y refugio, un anhelo fiel,
es calma en mi vida, principio y laurel.
Nos gusta perdernos en juegos traviesos,
reírnos de errores con besos y excesos.
Me encanta mirarte fingiendo querer,
y al verme vencido, volverte a tener.
Así es nuestro amor, sin norte ni fin,
un mundo de flores y vino carmín.
Aunque el tiempo pase, nos hallo en el viento,
¡serás para siempre mi eterno y dulce alimento!