En el laberinto de tu ausencia,
me pierdo mientras te busco.
El pueblo se desangra,
y yo sigo, tu aroma, tu rastro.
Los recuerdos se desvanecen,
como la niebla en la vereda.
Pero el recuerdo de tu sonrisa permanece,
como una herida abierta.
El reloj no se detiene,
y yo te busco en vano.
En las casas y en la calle,
en cada rostro y en cada mirada.
La noche cae sobre mí,
como un alcon negro.
Y mi alma persigue tu voz,
en el silencio.
Adiós, amor mío,
en este adiós sin fin.
Te llevo en mi sangre,
y en mi alma desgarrada.
Me despido, amor mío, me despido mientras me desangra la muerte.
Paulina Dix