¿Cómo se siente el placer de perderse entre
máscaras metálicas y rostros pulidos
por émbolos torneados?
Es como ocultarse en alfabetos gastados,
mezclados con sudores cuneiformes,
que vibran en la rutina quebradiza de la historia.
Mi descontento es una gigantesca tecla digital,
rugiendo como pestañas feroces en una Troya interna,
donde lo sitiado y lo que asedia se confunden,
fluyen en ríos de indecencia:
una paradoja del cortejo social,
nadando como partículas en un colisionador
en aguas suspendidas.
No rindo cuentas al guardián de lo correcto.
Prefiero la lluvia sin destino que azota mi memoria,
una chispa de conspiración en el aire, sin filtro,
que exhala verdades insatisfechas
dibujando círculos decrépitos en la tarde rota.
Sé que un día, el adiós y la espera que simula
astros en mis dolores,
no será más que un retumbo, como aquel que resuena en la nada.
Una sombra de lo que fui, un viaje por este mundo,
reflejo apalabrado y encadenado a un sueño existencial en la niebla.
Mi soledad, perdida en tus ojos, lazos de amores fugaces,
se disuelven en la corriente, estrangulando nuestros días.