La rítmica melodía de un suspiro,
como declaración abisal del alma mustia,
de su espíritu de amor y de consuelo,
como el eco de una esperanza protectora,
o la fe sublime que alienta y que redime.
Un suspiro que es indómito y es bravío,
en la libertad y suavidad de su expresión,
que adormece al mar y calla al viento,
en la sublime entrega del aliento,
en la compasión que exhala tiernamente,
al cerrar los párpados dócilmente.
Un suspiro de campos y de ríos,
de amantes en libertad con sus pasiones,
de rumores de paz entre las flores,
de pupilas sin llanto y con visiones.
Un suspiro de abrigo para el mendigo,
de viento y de nube para sus sueños,
de piedad y gratitud que vuela lejos,
alegrando el firmamento sin temores.