Y te escribo.
Como si de alguna manera me leyeras, como si esperarás un par de letras.
Te escribo buscando la forma de quedar a tu altura, como si fueras un gran espectador ¿Acaso lo sos?
Te escribo casi al borde de mi vacío, de mi abismo, de mi túnel.
Te escribo casi al borde de la desintegración, cuántas veces nos hacemos pequeños frente a aquello que nos llena de admiración.
Te escribo por última vez, antes de volver a mi oscuridad, a mis sombras, a mis monstruos, a todo aquello que no conoces, a todo aquello que no existe ni siquiera en la imaginación.
Y me escribo, para comprender que en realidad no importa si tu asiento queda vacío, si el lugar que te dejé en primera fila alguien más lo ocupa.
Me escribo para comprender que el mundo que yo creé, alguien más también lo creó para vos, ya que no puedo darte nada, porque hasta ese “nada” ya conoces.
Me escribo, te escribo. Casi tan cerca del abismo, casi tan lejos de lo que algunos llaman el paraíso.