Aunque exista una sonrisa permanente en mi rostro,
aunque de mis ojos ya no broten lágrimas de tristeza,
hay una parte de mí que siempre estará ahí,
una parte que se inclina irremediablemente hacia esto.
Esa parte que ve la soledad como oportunidad,
para huir de los afanes del mundo,
los afanes por encajar sin un molde,
los afanes de correr alrededor del reloj,
los afanes de completarse con otros.
Una parte de mí que no siente la necesidad
de buscar al otro, de buscar explicaciones,
que no le importa si mañana te vas,
te brindará tu espacio.
Una parte que no fuerza lazos,
que suelta con facilidad,
que no le interesa responder mensajes
o dejar de hacerlo.
Una parte de mí que es libre, pero no se encuentra,
una parte que, de una u otra manera,
vendría siendo un poco cruel y egocéntrica,
pero que también abraza la verdad de su esencia.