¿Estás ahí Federico?
(Romance)
I
Se me quejaban las piernas,
me gemían, sollozaban,
del volumen de kilómetros
cargados a las espaldas,
ora andando, ora corriendo,
por delicadas trepadas
y descensos peligrosos
entre peñascos y escarpas,
flamantes bosques de pinos,
robles y mucha hojarasca.
Entre zorros, lagartijas,
matorrales y las zarzas.
Y arriba por las alturas
con altivez me repara,
un regio águila real,
curioso me escudriñaba,
como me colé insurgente,
por sus hermosas montañas,
el Parque Natural de Huétor,
a la vera de Granada.
II
La “Benemérita Trail”,
prestigiada en la comarca,
carrera que se ha de hacer,
si te hallas en mis calañas.
Pero poder inscribirse,
casi era tema de chaucha,
así hastiado sin dorsal,
porque pronto se esfumaban,
ese día salí solo,
con mi afán y amigas ganas.
III
Son más de treinta kilómetros,
mi cronómetro me marca,
mientras iba ya apurado
del calor que fatigaba,
en el gps anclado un ojo,
el otro ya en la pisada,
¡Por fin! Me falta poquito,
y resucitar ya en casa.
IV
Tras la sombra de los pinos
ya siento que el sol abrasa,
la senda de duras piedras,
desnuda ella, la bajada,
a por el último esfuerzo,
¡Menos mal! De la mañana.
V
Arribo a un bello oasis,
esbeltos pinos me abrazan,
me recogen en su sombra,
su aire fresco suena a nana,
me sentí un ser especial
en el lugar donde estaba;
de unos dóciles montículos
de color verde esperanza,
y de flores amarillas,
rojas y azules, me claman
para hincarme en su recreo,
para sorberme en su patria.
VI
Busco vislumbrar columpios,
si de un parque se tratara,
mas no detecto artilugios,
ni para niños ni mámas.
Extasiado de misterio
en ese rincón de calma,
me aproximo a un letrero,
si de caso algo delata.
Sospecho un corto poema
a unos metros de la placa,
me paro, leo y releo,
¡Brusco! Los ojos se agrandan,
me tiembla el cuerpo de frío,
el cansancio se me acaba,
paraíso torna infierno,
mis piernas se vuelven rápidas,
aquellas dichosas letras,
en mis carnes como varas.
VII
Contundente verso cuenta
“fosa común”, con palabras,
adónde en aquel lugar
se ejecutaron matanzas,
guillotinaron las mentes,
las ideas del mañana,
pues los que piensan distinto,
no eran dignos de sus almas,
Lorca resuena en mi testa,
a los pies, musas lorquianas.
VIII
Así descubrí el paraje
maldito, donde se echaban,
tantos cuerpos obedientes
a sus destinos y famas,
es el barranco de Víznar,
en la Sierra de Alfaguara.
IX
¿Estás ahí Federico?
Qué repiquen las campanas,
por el ilustre poeta
y compadres de esperanzas,
porque todos eran vates,
todos eran camaradas,
y aunque estés bajo estas tierras,
no enterraron tu palabra.
José Ángel Castro Nogales
© Derechos de autor reservados
24/10/2024