¿Quién soy?
si no un heredero
de lo intangible y lo certero,
de lo efímero y lo eterno,
de lo espiritual y lo placentero,
de la nostalgia y el anhelo.
En un suspiro perenne,
que se disuelve entre el viento etéreo,
el inmortal recuerdo
de un sentimiento perpetuo.
Heredado, adherido e inherente,
espíritu inmanente,
perpendiculando en lo antiguo y lo presente,
desde los papiros hasta lo vigente,
desde lo indiferente hasta lo inminente,
consciente o inconsciente,
abrazar lo que se siente.
Ahí en lo profundo,
en las bases de lo que forman al ser,
los pilares invisibles
que cimentan el edificio interior,
el alma que aunque en medio de un paisaje lúgubre,
con panoramas de tumbas multicolores,
continua erguida, atemporal.