Termino ya el velatorio,
quedó la casa en silencio,
deshabitada y sin presencia,
oscura y fría, sin audiencia.
Las cortinas descolgaron,
las persianas se bajaron,
sabanas muebles vistieron,
tras de sí las puertas cerraron.
Y morada por tantos años,
fue testigo de aquellas vidas,
llena de rincones, secretos,
paredes y sus fotografías.
Como el reloj del gran salón
cuenta las horas lentamente,
sabiendo lo que se vivió
no se borrará de las mentes.
Los pasillos que antes vibraban
llenos de diálogos y risas,
comentando aquellas historias,
ahora rumores y brisas.