Antonia Ceada Acevedo

Carta a la viejecita.

Querida viejita: 

Espero que no hayas perdido tu capacidad de sonreír en los momentos más complejos de tus días que esa resiliencia y empujón que siempre has utilizado, a estas alturas no te hayan abandonado. 

Seguro que esa lista de sueños que escribiste, un día como este, lo hayas conseguido, siempre fuiste una mujer de metas. 

Estarás escribiendo versos para el viento, regalándolos con generosidad y atacando a las injusticias del ser humano con tus palabras, que siempre fueron tus mejores armas. 

Ojalá estes tranquilita, en esa mecedora, en alguna terraza de la casa de campo que compartes con tus amigas, claro las de siempre. Esas que nunca te abandonaron en los momentos más arduos de tu existir. 

Andarás sembrando tu huerto de frutos, vegetales y plantas a las que seguirás hablándoles como confidentes de tus más íntimos secretos. 

Para conseguirlo habrás luchado mucho y esforzándote a pesar de tus dolores físicos y esa melancolía en el alma que te caracteriza y arrastras desde que soñaste en tu libertad. 

También habrás hecho el mejor viaje de tu vida,sola,y enfrentado a los miedos. Conocerás un poco más de este planeta. Té habrás vestido de flamenca como cuando eras niña, disfrutado de un trocito de la juventud que hay en ti y que un día te arrebataron para convertirte en “la mujer de...”  

El negocio que emprendiste ha dejado huella en los onubenses por tu manera de darlo todo cuando algo te importa de verdad, Ofreciendo tus conocimientos y habilidades. También habrás callado a esas gentes que te creían anacoreta. 

Seguirás añorando a tus seres queridos, pero siempre que miras al horizonte, conversas con ellos a la espera de reunirte con ellos ese día al caer la tarde... 

ya se te habrán pasado las dudas y habrás encontrado tantas respuestas a las muchísimas preguntas que nacieron en crisis emocionales y espirituales. 

Te sentirás satisfecha de ver a tus dos hijos felices y bien encaminados por los senderos peñascosos del egoísmo de nuestra especie. 

Se que, en estos momentos, al leer esta, tú carta, alguna lagrima sigilosa nacerá de tus ojos y dejará un camino en los surcos de tu rostro. No te habrás cansado de buscar la belleza en los escombros de tanto desaliño. 

-¡No llores viejita. ¡Ya está bien! ¡Sonríe que se te da mejor! 

Dicen que la mejor maestra de la vida es la vejez, pero tu seguro que habrás preferido seguir siendo alumna ávida de saber, té lo digo porque te conozco muy bien. 

Pero como hablo sin saber, no quiero que me anticipes nada, 

Solo quiero que sepas que te deseo salud, fuerza y valentía para seguir enfrentando y afrontando lo que vaya aconteciendo en esta enigmática y nevada vida. 

Te admiro Antonia Ceada.También te quiero ya, que lo sepas. 

 

Antonia Ceada Acevedo