Podías girar el mundo con un susurro,
dibujando el horizonte donde cielo y mar se abrazan,
donde el alba florece y el ocaso se despide,
en ese rincón sagrado, un refugio del alma.
Tus ojos, dos espejos de la tempestad,
donde cada lágrima guarda el eco del océano,
desafiando al miedo, saltando al vacío,
como un pájaro que ignora el invierno helado.
En cada parpadeo, un poema escondido,
un canto de estrellas danzantes en la noche,
un mapa de sentimientos que nunca se nombra,
la niña de ojos color de viento, misterio eterno.
Te vi en los susurros de la brisa,
en los amaneceres que acarician la tierra,
y en el suspiro de las flores que crecen,
revelando secretos en la sombra del tiempo.
Eras la chispa que encendía mi corazón,
el fuego que ardía en la distancia sutil,
y aunque el universo se moviera en tu mirada,
siempre serías, en mi pecho, un anhelo sin fin.