Jorge Izquierdo

NATURALEZA MUERTA

 

“Yo quisiera ser poeta 

  para ensalzar la belleza,

  pero cuanto me rodea 

  acaba anulando el sentido.

  Y lo más que he conseguido 

  es ser falso anacoreta

  que presume su torpeza

  al borde del precipicio”.

 

NATURALEZA MUERTA

 

Esclerótica ciudad,

veo cómo fluye el ruido

por tus venas de alquitrán.

Prisa eléctrica enfermiza

marca el pulso a tus latidos.

Tu aberrante mezquindad

se propaga en los tendidos

que alimentan tu ansiedad.

Fumo el aire que respiro,

me asfixia tu vanidad.

Tu opulencia contamina 

desde el centro al arrabal.

Bajo el suelo endurecido 

que acomoda mis pisadas

el imperio de las ratas 

se extiende hasta el más allá.

Miro al cielo y no veo nada;

se me niega el universo 

pues las estrellas no están;

no hay espacio al infinito,

sólo se muestra el final.

 

Huyendo de tanto artificio

busco refugio en un parque,

            -trampantojo natural-

Como lago hay un estanque; 

los patos, no saben volar;

cambiaron su libertad

por unas cuantas migajas 

de certidumbre voraz.

Los árboles están presos,

las flores, no huelen ya.

Molestan los excrementos

de la paloma de la paz

Cambiaron hierba por césped

que no se puede pisar.

Y si me acerco hasta el río

no puedo más que apreciar

que el agua que nutre la vida

desciende inerte hasta el mar.

 

Entre tanto desatino, 

abandono la ciudad.

Busco encontrar mis principios,

busco la autenticidad.

Voy buscando el aire puro.

            La pureza es mi destino.

Quiero vivir los colores,

            tanto gris me mortifica.

Necesito oler las flores.

Necesito respirar.

Necesito otros sonidos, necesito:

la excitante melodía de la brisa

suspirando entre los árboles altivos; 

el concierto regalado que nos brinda

la bandada de los pájaros cantores.

Busco el campo, busco el bosque,

busco algo de soledad.

Dejo atrás el desenfreno.

El murmullo del agobio

se diluye en la distancia.

A medida que me alejo

voy encontrando la calma…

 

Pero…

¡Cuál será mi desespero!

Pronto empiezo a darme cuenta

de que en nada se asemeja

al ansiado paraíso 

lo que ante mí se presenta.

Presiento estar condenado

a un frío infierno apagado.

El aire puro se mezcla

con el olor a quemado.

Ni soñar con los colores, 

el negro lo invade todo,

y mucho menos con trinos, 

los pájaros están desahuciados.

Y el silencio que se queda

tampoco muestra belleza.

Más que paz lo que produce

es un gran desasosiego.

 

Quise huir de la ciudad

buscando la protección

de Mamá Naturaleza…

…y me la he encontrado muerta.

Yo buscaba soledad

y sólo hallé desolación.

 

           LUJITAR  (25-2-24)