En los tiempos que corren, sin esperanza,
camina un ciego sin saberlo. No lleva bastón,
no tiene mapa. Sus ojos, velados por la usanza,
ignoran las sombras ocultas en un cajón.
En las calles aflora un porvenir inseguro,
pero los compases del ciego son los mismos,
cada giro es como vencer un nuevo muro,
cada peldaño, un logro del automatismo.
El mundo es solo una palabra sin horma.
La multitud que le rodea no es consciente,
pues la masa está ciega de alguna forma,
en su afán de avanzar, sin usar la mente.
Y él, siempre ajeno a las mareas invisibles,
sigue por los caminos que ya no existen,
bajo el claro sol, que observar es imposible,
rodeado de voces que la ignorancia las viste.
Los murmullos novedosos no nutren la razón,
son una melodía remota que nadie escucha,
son como el ciego que ignora un chaparrón
hasta que el agua por sorpresa lo ducha.
José Antonio Artés