Si no eres tú quien parte en dos la nieve
para seguir abriéndome camino,
que el sueño me lo arranque un torbellino
y hacia un vacío oscuro se lo lleve.
O tú diagnosticando como leve
al féretro buscando en mí un destino,
o de un ritmo cardiaco mortecino,
ni un milagroso fármaco me mueve.
Mi itinerario pasa por tus huellas,
y mas allá de tus cabellos, vista
para sentencia queda mi esperanza.
Sin más alternativa a las estrellas
que tu perpetuo amanecer, se enquista
en mí el dolor si tu alma no me alcanza.