¡Me quieres, amor! Me quieren tus manos,
tus ojos cuando me miran,
tus sienes
cuando me despierta en tu memoria,
cada vez que las sombras se descubren
y te ponen a cavilar
en la intemperie brillante de los días.
Me quieres, amor, mientras tus pies van
sobre la arena de mi corazón,
y caminas tanto
como buscando un mar donde mecer
la luna de tu soledad.
Y yo estoy muy lejos, anudado al amargo
polvo, remoto
y lento de nuestra muerte.
¿Sabes? Mientras voy construyendo los ríos,
el cauce
sobre la piedra que ha de aliviar todos
tus sufrimientos,
me siento cerca
a tus pies pequeños, a tu sombra de agua
a través de la dulce línea del silencio.
Me quieres, amor, en las necesidades
de tu sed,
en la tarde fresca
cuando la hierba lujuriosa y suave acaricia
un deseo,
antes que caiga la noche con su frío
y tengas que calentarte con las brasas
de mi amor perdido.