En esas negras horas, hoy lejanas,
por bares y callejas trasnochado,
un cuerpo de violento mal soldado
quebró la voluntad de los mañanas.
Su clámide no fue sino un puñado
de sombras y postigos, de ventanas
cerradas sobre sí, de ideas vanas
y sueños por caer al mismo lado
del músculo y la máscara en que somos
del mundo chirigota; de la vida
cadáveres que flotan a los lomos,
tratando de encontrar una salida
a base de sufrir esa embestida
salvaje y seductora de ilusiones
en fuga, y en tocata de razones
que evadan la verdad de cada herida.
La música nos queda; las canciones
que han hecho del recuerdo una fisura
vestida en pentagramas de sutura.
En ellas vi la cuenta y sus borrones.
Del trago que me falta, la lectura
es parco aditamento de la nada;
quizás ese gusano que me horada
por la noche, la mística locura
de ser, una vez más, la misma espada
sagaz en lo que saja, esquivo el ojo
dispuesto a dar al fuego su despojo
en verbos: Leño, hoguera y estocada.
Que nadie se me apiade, ni el sonrojo
le venza; y comprended que aquel fragmento
es parte ineludible al crecimiento.
Como ave gris que vuela entre el rastrojo
nacemos y vivimos frente al viento
tratando de vencerlo en arduo empeño
de hacer realidad el blanco sueño
de ser la eterna luz del sentimiento.