Miguel Ángel Miguélez

En esas negras horas

 

 

 

 

 

 

En esas negras horas, hoy lejanas,

por bares y callejas trasnochado,

un cuerpo de violento mal soldado

quebró la voluntad de los mañanas.

 

Su clámide no fue sino un puñado

de sombras y postigos, de ventanas

cerradas sobre sí, de ideas vanas

y sueños por caer al mismo lado

 

del músculo y la máscara en que somos

del mundo chirigota; de la vida

cadáveres que flotan a los lomos,

tratando de encontrar una salida

 

a base de sufrir esa embestida

salvaje y seductora de ilusiones

en fuga, y en tocata de razones

que evadan la verdad de cada herida.

 

La música nos queda; las canciones

que han hecho del recuerdo una fisura

vestida en pentagramas de sutura.

En ellas vi la cuenta y sus borrones.

 

Del trago que me falta, la lectura

es parco aditamento de la nada;

quizás ese gusano que me horada

por la noche, la mística locura

 

de ser, una vez más, la misma espada

sagaz en lo que saja, esquivo el ojo

dispuesto a dar al fuego su despojo

en verbos: Leño, hoguera y estocada.

 

Que nadie se me apiade, ni el sonrojo

le venza; y comprended que aquel fragmento

es parte ineludible al crecimiento.

Como ave gris que vuela entre el rastrojo

 

nacemos y vivimos frente al viento

tratando de vencerlo en arduo empeño

de hacer realidad el blanco sueño

de ser la eterna luz del sentimiento.