En el jardín de la memoria,
donde el tiempo es un cuento,
las risas viajan en una noria
como jazmines al viento.
Allí, en la pista de la infancia
se deslizaban las sonrisas,
y las horas en la estancia
eran un eco, unas bellas poetisas.
Por eso, las tardes se estiraban
con abrazos, y mucha ternura,
y los sueños se desbordaban
como el mar en su bravura.
Los juegos confundían los días
bajo un sol casi radiante,
y en cada paso, la alegría
era una paloma expectante.
No hay tristeza a mi lado,
sino un canto a lo vivido,
pues cada instante grabado
encierra un tesoro querido.
Así pues, con el viento alisado
camino por la senda de la vida,
recordando que el pasado
es un abrazo que no se olvida.
José Antonio Artés