Detrás de los cristales de la vida
miro el atardecer de mi camino
que a lo lejos se besa con el cielo.
Es tul y terciopelo
labrando mi destino...
Zigzaguea la tarde adormecida.
Detrás de los cristales, renacida,
una niña que luce blanco lino
y ensortijados rizos en su pelo.
Tras la seda del velo
del recuerdo divino.
Mi corazón la rama donde anida.
Una niña que luce vespertino
su mirar de gacela estremecida,
brota como una flor; cálido el suelo.
Aroma de desvelo
que a ser feliz convida,
cual ave de alto vuelo y bello trino.
Brota como una flor en el pañuelo,
la lágrima que sabe a despedida,
escondido en su blanco nacarino,
el dolor clandestino
palpita sin medida
y entrelaza su danza con el duelo.
El dolor del pasado es remolino
de fuerza destructora diluida,
y en el recuerdo vivo que revelo:
Las flores del majuelo,
- belleza desmedida-
engarzadas en hilos de oro fino.
Belleza y más belleza es añadida
al tiempo venidero que adivino,
expectante y feliz siempre lo anhelo
es calor y no hielo,
destello diamantino;
cual patena de plata al sol bruñida.