He bebido de las copas del vicio,
he pernoctado en las colinas de la locura,
oteando el horizonte en búsqueda de la duda.
Me he enamorado del amor,
he sido presa de su delección,
he salido por las más infames cantinas en pos de suaves caricias,
y me he encontrado en el arroyo.
Descalzo, sumido en los susurros de los sapos,
me han encontrado llorando,
dentro de los pozos que el cieno ha anegado.
He salido a perderme en los yeguas,
cuando en éstos azotaba la tormenta,
para extraviarme en la vacuidad,
escapándome de la oscuridad,
pero sólo encontraba el reflejo de la perversidad.
He vagado desnudo por desiertos,
bajo la ardiente pupila de Febo,
preguntando al conocimiento,
llamando al eco de los gemidos de los amantes.
He perdido mis direcciones,
cuando cosía en jardines
ventrículos de corazones.
Me he desprendido de los grilletes del pasado,
he saltado sobre el presente,
y he caído sobre el futuro del futuro,
ajeno al tiempo, a recuerdos ya la ponzoña del mundo.
Me he arrojado desde los balcones de la mortalidad
a la tempestuosa penumbra que calla y amarga a los dioses.