No amaina la lluvia
ni cesan los ruegos
a santos de yeso
que el pobre consulta.
En parques y aceras
los charcos parecen
hundir a la gente
en mares de quejas.
Sale el sol opaco
y el niño sonríe
haciendo que olvide
sus rotos zapatos.
El kiosko y los diarios
el café y las flores
y el sol que se pone
sobre el vecindario.
Persianas abajo
y muere el trajín
vestido de gris
con manchas de barro.
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