Las almas y los demonios van de la mano, un arte concebido de fuerza pura nace, la venganza de los buenos al fin saboreada. Las letras unidas hacían una ley.
Esa maldad debe ser frenada, hay juristas con capa y juristas con un hacha, pero un juez con un lapicero los puede desarmar, una sentencia, una decisión, una ley.
Juguemos a ser Dios, yo decido, arte de justicia, como la de escribir un poema, una sentencia, tanto poema o sentencia pueden hacer llorar.
La ley, un arte eterno, como agua errante se cambian los códigos, y se desangran ya derogadas, pues son olvidadas.