En el pequeño y bello pueblo donde transcurrió mi niñez las circunstancias y los hechos se diluyen en la bruma del tiempo y de mis recuerdos. En diagonal a mi casa paterna vivían unos nuevos vecinos traídos por el desplazamiento forzado de la guerra del padre y la madre de cinco mujeres es y cuatro varones en la estadística de las familias numerosas tan escasas hoy en día, entre ellos el protagonista de esta historia, Lucho un adolescente de aproximados 17 años 1.75m. de estatura aproximadamente cabellos negros y ojos negros brillantes y profundos tan hermosos y enigmáticos que cualquier chica se sumergiría en esos negros lados para descifrar sus enigmas escondidos. En alguno de esos días perdidos en el mar del tiempo Lucho se alistó para pagar el servicio militar obligatorio por lo cual no volvía a ver su imponente figura recostada en la puerta frontal de su casa mirando tímidamente subir y bajar las chicas a sus diversos menesteres; para entonces yo tenía 12 años 12 años en que el tiempo se comprime y pasa en el veloz correo de los sueños. Meses más tarde en el colegio donde cursaba yo el séptimo grado percibí de repente un perfume una mistura perfumada un olor a flores tan suave e intenso a la vez que titilaba entre los tonos rosados y lilas de mi llegada adolescencia; el perfume me perseguía por todas partes me seguía al patio de recreo al salón de clase estaba conmigo en los corredores subía conmigo al balcón subía y bajaba las escaleras entraba conmigo a la biblioteca al baño me seguía a la salida del colegio caminaba conmigo por la avenida quinta subía hasta las calles aledañas a mi casa, me seguía al teatro a las piscinas de Peralonso, a la Diana en fin... Estaba conmigo al dormir y al despertar...
Era martes, un martes en que los agoreros recomiendan: \"martes ni te cases ni te embarques\"... Al regresar del colegio vi un camión repleto de soldados armados hasta los dientes que bajaron un ataúd cubierto con la bandera nacional. Con preocupación y dolor indagué que había pasado; vi el llanto de las mujeres de la casa, la madre abrazando a sus hijas, el rostro hermético del padre y de sus hijos... No no iría a verle muerto... Prefería recortarlo vivo con su imponente figura sus facciones finas sus ojos negrísimos su timidez y la esperanza de vida que palpitaba en él... Sí transcurrió ese día y el siguiente según me contaron, la orden era no permitir destapar el féretro para que los familiares pudieran despedirse de su muerto, pero la madre, echa una fiera, se plantó junto al féretro y con un enorme cuchillo abrió ella misma el féretro y para sorpresa de todos, en el féretro consiguieron tres enormes piedras en lugar del cadáver de Lucho. El lugar donde reposan sus restos es un Enigma hasta hoy, un Enigma que solo Agatha Christie o Sherlock Holmes podrían descubrir...