Eres mi dulce sol en la mañana,
la luz rosada que alumbra mi andar,
con blanco resplandor que siempre gana,
un brillo que jamás deja de amar.
Tus manos son dos flores en el viento,
que esparcen nubes suaves al volar,
un toque dulce envuelve el sentimiento,
como el aroma que me hace soñar.
Te veo en mundos hechos de pixeles,
cazando bloques en tu propio afán,
como en Zelda, recorres bosques verdes,
buscando siempre un nuevo corazón.
“Vive como si fuera el último”, dices,
“ama como si nunca te fueran a herir”,
y tu voz me envuelve, dulce y firme,
como fresas maduras al venir.
Amante del mar, del bosque encantado,
tu espíritu libre siempre sabrá,
que entre olas y árboles olvidados,
es donde más feliz te encontrarás.
Eres mi dulce sol, mi aurora clara,
la que convierte el gris en un coral,
la llama que en la noche nunca acaba,
mi musa, mi princesa celestial.
Mar, eres el sol que no deja de brillar.