En un lugar mágico de la ciudad,
donde cada día nacen sombras y risas,
te vi, y el mundo se detuvo en su andar,
como si el tiempo tejiera su brisa.
Mis ojos, luceros que antes brillaban,
se mudaron al espacio que ocupabas,
tu cuerpo, un deseo que me desarmaba,
nutriendo el anhelo que siempre esperaba.
Tus andares, suaves danzas de las hadas,
susurraban historias aún no relatadas,
y en un instante, entre miradas,
se tejieron sueños, se unieron las almas.
Aunque el destino es un río incierto,
y el tiempo, ladrón de dulces esperanzas,
en esa chispa, en ese encuentro,
supe que el amor no necesita balanza.
Así, en un rincón, con su luz dorada,
entre dos corazones que se alistan
al silencio que todo abarca,
se proclamó el amor, a primera vista.
José Antonio Artés