Quisiera renunciar a cierto anclaje de penumbra maravillosa, sin desamparar a mi corazón cerril, pues a este debo desnudar frente a la orilla, de cara a la arquetípica tormenta.
Contar con la bendición del arrastre de la alta marea, de naufragar… y, que las sirenas se sacien con tu marchita imagen.