De entre frondozas mantas,
el ruiseñor apóstol de divas,
turbado, arrastra alas,
sofocado mas no ahogado..
Acaricia esas añejas palomas muertas,
que en su suelo confunde ansioso
con malvas silvestres y frescas..
Devuelve el silencio a esa pared,
eterno en tamaña oscuridad ya no sabe
de sus ojos cerrados o abiertos..
Escucha el tifón cortado
de luces encendidas para luego
tomar confianza del sonido y recordar,
discernir entre acoples y maravillar
ante esa cerradura nerviosa que juega
con la llave rápida y correcta.
Se arrodilla, abre los brazos..
Como océano lo baña ese rojo,
suplantando al negro..
Es luz, vista a través de párpados,
que de sangre se pueblan en circuitos
mas allá de texturas..