Encuentro echada en su cama,
lleva puesto un sostén negro y un short corto.
Me contempla, no dice nada;
la voy acercando poco a poco.
Se voltea, toca su cabello liso,
me mira fijamente, se me acerca más,
me toma de la mano y yo la correspondo.
La vuelvo a besar; se quita el sostén
ante mis ojos, ante la presencia de este ser,
la veo en toda su hermosa contextura.
Su mano va suavizando por mi pecho,
se me acelera la sangre.
Ella, como si estuviera rezando,
Padre Nuestro, se arrodilla frente a mí
y me complace. ¡Ay, Dios santo!
Qué calor, me estremezco por completo.
Ella sigue con el acto,
lo agarra con su mano y lo hace delicadamente;
es muy cuidadosa con cada cosa que hace,
por Dios. Lo deja de hacer, me mira y la miro,
me sonríe, yo la correspondo con la misma sonrisa.
Se toca el cabello, se acaricia los senos,
me mira una y otra vez.
Yo me acerco y la beso,
nos devoramos a besos hasta que,
en un momento, nos perdimos el aliento.
Se pone en cuatro, yo le bajo el short,
y veo que también trae puesto un cachetero blanco,
también lo quito apresuradamente.
Ella sigue inquieta, se mueve de un lado a otro.
Cojo de la cadera, toco mi parte,
también la de ella; está bien húmeda, y lo meto,
y empieza el show, sigue gimiendo,
y yo la sigo sin parar.