Tus labios son el fuego que enciende mi piel,
un roce de aliento que desliza un susurro,
las sombras juegan a ocultar lo que somos,
mientras el mundo se disuelve en nuestra cama.
El roce de tus dedos, un baile de caricias,
explorando los rincones que guardan secretos,
en cada suspiro, un eco de deseo,
nuestras almas se funden en un pacto eterno.
La noche se viste de seda y de luna,
las estrellas confiesan nuestros anhelos,
la piel arde en el ritmo de un latido,
y el tiempo se detiene, rendido a nuestros cuerpos.
Los cuerpos se encuentran, como olas del mar,
sumergidos en la bruma de la pasión,
un laberinto de piel y de gemidos,
donde los corazones laten en sincro.
Tus ojos, dos faros, me guían en la penumbra,
reflejos de un mundo donde el placer es rey,
en la danza de nuestras sombras enlazadas,
cada movimiento, una promesa de más.
Y así, en el silencio que sigue al clímax,
las yemas de mis dedos dibujan el cielo,
un amor erótico, sin final, sin tregua,
perpetuo en cada rincón de esta noche sin fin.