Son esos días de un otoño tan apagado
donde el tiempo es una cruz en mi alma,
donde el murmullo arrogante del silencio
es como un sol que dentro de mí se apaga.
Es como una sombra que busca su espacio
una huella que en el tiempo no se marca,
una soledad deshojándose en el viento
y una muerte cargando sobre mi espalda.
Una quietud con los ojos bien cerrados
sintiendo el dolor hoy vestido de nada,
donde se mezclan confusos los recuerdos
que mágicamente alimentan mi esperanza.
Siento dentro de mí mis letales fracasos
que con el paso del tiempo más se agigantan,
donde el polvo se apega a mis sentimientos
como la tristeza se apega a mis lágrimas.
La pena vino detrás de cada uno de mis pasos
y las ausencias terminaron siendo amargas.
Como un bálsamo de calma ahora siento
que haber sido feliz hoy es mi desgracia.
Son esos días en que he estado esperando
que no me duelan tanto esas crueles garras,
donde mi presente es solo sufrimiento
y mi vida algo que tan solamente pasa...