Me duele el silencio de la mirada,
los párpados cerrados,
como si los ojos fueran una habitación vacía,
abrigando la soledad del alma
quejándose del insomnio,
llamando desde las profundidades,
consintiendo el pacto de la boca,
con el mutismo que conduce a la oscuridad.
Las manos se tornan frágiles
ante lo abisal de la mirada
en corazón se encoge ante
lo insondable del silencio
y los huesos parecen caducar
ante la vasta oscuridad que se refleja
llena de ideas difusas
de sensaciones, abandonos y olvidos
Me duele, sin duda me duele
el silencio de la mirada,
de los párpados cerrados.
Atrapo una respiración profunda,
y miro la noche sobre nuestros cuerpos,
convirtiéndose en canción nocturna,
en melodías interpretadas por los sueños,
vacilantes, llenos de temores,
con la idea de resucitar la voz y los deseos,
la pasión e imaginación,
de un encuentro con el alba,
con la resurrección de tus ojos.