Si te dejo deambular en mi mirada,
déjame sumergirme con lentitud en tu faz,
déjame desnudar a tu alma que es como ninguna
y navegar en esa tu intimidad que reservas;
si te dejo acurrucarte en mi centro que palpita,
yo, en la calidez de tu oquedad voy a deslizarme,
y en el plumaje de tu aspiración el éxtasis
-descubriendo tus secretos de lo interior-;
quiero palpar con sutileza tus anhelos
y esbozar las siluetas de tus preferencias,
abrigar a tu pecho con mis empeños
y apaciguar internamente tus aflicciones,
alimentar a tu fe con mi dulzor
y esculpir tus fruiciones con mi impulso,
si te dejo acurrucarte en mi pecho
-resguardándote en cada brazo-;
déjame disfrutar la travesía en tu ser
desvistiendo paulatinamente a tu alma,
uniendo mi terneza contigo, mujer,
y otorgándonos juntos el arrebato de la calma.